lunes, 14 de abril de 2014

PREGÓN DE SEMANA SANTA


Por D. Nicolás López Congosto
Vicario General de la Diócesis de Huesca
Sariñena, 12 de abril de 2014

 SALUDOS    

          Querido hermano sacerdote José Ignacio,  Queridos miembros de la Cofradía de la Sangre de Cristo coordinadora  de la Semana Santa, Cofradías de las Vírgenes y de los Santos, Señoras y Señores.

            Sean mis primeras palabras de agradecimiento a Dª Mercedes Cerdá Palop, Presidenta de la Junta Directiva de  la Cofradía de la Sangre de Cristo por su  invitación y por el alto honor para con mi persona al proponerme ser  Pregonero de la Semana Santa de Sariñena

            Mi gratitud también a todos Uds. presentes en esta Iglesia Parroquial de San Salvador,  vuestra casa, nuestra casa y lugar elegido desde hace algunos años para el Pregón.

INTRODUCCIÓN

            Deseo comenzar este Pregón  con unas palabras del Apóstol Pablo dirigidas a la comunidad cristiana de Corinto: “Cuando viene a vosotros a anunciaros el testimonio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues, nunca entre vosotros, me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo y éste crucificado. Me presenté a vosotros débil y temeroso; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios”.
(I Cor. 2, 1-5)

             Y así, le pido al Señor que sepa situarme ante ustedes con  espíritu paulino, sabiendo que sólo soy un humilde  discípulo de aquel, que fue columna de la Iglesia. No me cabe duda de que el bien que me pueda hacer y que les pueda hacer hoy, aquí, sólo se puede realizar desde la transmisión del mensaje que nos anuncia la Semana Santa: proclamar a las gentes la Buena Noticia del amor que plasmó con su vida : Jesús de Nazaret. Para mí, Jesús da sentido a mi vocación de servicio  a los demás en este ministerio que sigo acogiendo  como una gracia de Dios y en esta diócesis de Huesca, por medio de la cual amo profundamente a la Iglesia.

            Dentro de este sencillo reconocimiento de fe, quiero expresar mi gratitud y mi recuerdo a aquellos que tomándome de la mano me acercaron a la Iglesia, me abrieron sus puertas y me acompañaron en la fe: me estoy refiriendo, sin duda alguna,  a mis padres, que me engendraron en la fe y que hoy descansan  en la paz del Señor.

            SIGNIFICADO DEL PREGÓN
           
Pregonar es anunciar, y es también gritar. Anunciar o gritar a los cuatro vientos un acontecimiento importante, algo que marca la vida de las personas o de los pueblos. Pregonar es también llamar a la vigilancia, a estar despiertos, a ponerse  en camino, porque algo grande sucedió, ha sucedido o está próximo a suceder.

            Para pregonar  los días de dolor y de sufrimiento, de soledad y de entrega, de muerte y resurrección del Señor, hemos de remontarnos a aquel primer Pregón que, en la oscuridad de la noche, el Ángel pregonero de la Navidad anunció con gozo a la humanidad entera el nacimiento del Mesías Salvador. Así sonaba su pregón: “No temáis, os anuncio una gran alegría, una noticia para todo el pueblo: Hoy en el ciudad de Belén os ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor”. Y al mismo tiempo que suenan en nuestro corazón aquellas palabras del Ángel Pregonero de la Navidad, hemos de conectar  y sintonizar con el que el Ángel pregonero de la Resurrección anunció para todos y para siempre el triunfo de la vida sobre la muerte: “No busquéis entre los muertos la que vive, no está aquí, ha resucitado”.

            Pregonar es también recordar, por eso les recuerdo  que estamos culminando el tiempo cuaresmal y como bien saben todos mañana es Domingo de Ramos  y comienzo  de  la Semana Grande, la Semana Santa.

            LA SEMANA SANTA

La Semana Santa  es el centro  del año litúrgico.  Es la semana  más importante, porque en ella se conmemoran los acontecimientos centrales del misterio cristiano. La más importante también, porque las celebraciones que hay que organizar durante estos días son muchas y complejas y es preciso prepararlas y planificarlas de forma coordinada y coherente. No se trata  de reproducir miméticamente los acontecimientos redentores. La mayor parte de la gente tiene la impresión de que durante estos días vamos celebrando (recorriendo) paso a paso, los distintos acontecimientos que dan cuerpo al misterio redentor. Aparentemente es así. Pero, en realidad, hay que superar esta clave de interpretación, pues lo que celebramos desde el comienzo de la Semana Santa es el triunfo de Cristo sobre la muerte y su victoria definitiva sobre el pecado.

            Hay que garantizar además la identidad propia de cada celebración: esto requiere un esfuerzo sereno y lúcido. Hay que conferir a cada celebración el colorido y la significación que le corresponde, si no queremos que nuestra Semana Santa resulte monótona y reiterativa.

            Domingo de Ramos

            El domingo de Ramos es el pórtico de la Semana Santa. Recordamos la llegada de Jesús a Jerusalén y su sorprendente entrada en la ciudad. Él  no era muy conocido en la capital, porque su predicación había tenido lugar principalmente en su tierra, Galilea. Era conocido, eso sí, por los dirigentes religiosos y políticos, que sabían de aquel predicador que hablaba de Dios con gran convicción y, en nombre de Dios, cuestionaba muchas cosas… aquel predicador que tenía un gran éxito entre la gente sencilla, entre los que contaban poco y entre los más pobres.

            Jesús, como buen judío, sube a Jerusalén para celebrar la Pascua. Y, al llegar  a las puertas de la ciudad, pide prestado un asno, monta en él, y entra. Los seguidores que le acompañaban, y mucha otra gente, sobre todo niños, lo aclaman. Y aquella acción toma un gran significado, porque recuerda antiguas palabras proféticas que hablaban de un rey que vendrá con sencillez, y dirá palabras de paz. Jesús se presenta así, y lo hace consciente de que eso es una provocación que terminará llevándole a la muerte. Pero es una de las formas más claras de decir cuál es el mensaje de Dios y cuál es la buena noticia que Él nos trae.

            La Parroquia de Sariñena celebra el domingo de Ramos con la solemne bendición de Ramos en Capilla de Nuestra Señora de Loreto y la procesión,  acompañando el paso de la Burreta hasta la Iglesia parroquial  donde el sacerdote procederá a la bendición de  los niños. La Eucaristía del este domingo se celebra por la tarde.

            El martes santo se celebra la procesión del Encuentro en el marco de un Vía Crucis, procesionan los pasos de Jesús con la cruz acuesta y la Dolorosa.
           
            Jueves Santo

            El día de Jueves Santo  recordamos y celebramos la última cena de Jesús con sus discípulos. Su último encuentro con ellos antes de la pasión. Un encuentro que quiere resumir el sentido de todo lo que está a punto de ocurrir: su entrega hasta la muerte, su vida para siempre.

            Nos podemos imaginar el ambiente que se viviría allí en el cenáculo, donde Jesús y los suyos se habían reunido para comer la cena pascual, aquella cena en la que los judíos conmemoraban, año tras año, la liberación de la esclavitud de Egipto. Un ambiente tenso, porque todos son muy conscientes de que las autoridades judías quieren eliminar a Jesús. Y en un ambiente de afecto mutuo, porque ahora más que nunca aquellos discípulos se sienten  unidos al Maestro, aunque les cueste tanto entender lo que Él dice y hace.

            En medio de aquel ambiente Jesús, que actúa como cabeza de familia, se levanta y realiza un gesto sorprendente: lava  los pies a los discípulos. Era algo que correspondía hacer a los esclavos. Y, haciéndolo él, les quiere enseñar cuál es el sentido de todo lo que él ha vivido, y cómo deben vivir también los discípulos; poniendo su vida al servicio de los demás, totalmente.


            Y junto con este gesto, realiza otro, aún más sorprendente. Toma el pan, toma el vino, y se les da anunciándoles que aquel alimento es su Cuerpo y su Sangre, y será para siempre su presencia en medio de ellos. Él, muerto por amor, resucitado por la fuerza de Dios, vivirá para siempre en medio de la comunidad. Y el pan y el vino serán el sacramento de esa presencia.

            Allí, sentados a la mesa, Jesús les hablará una y otra vez de amor. Y Judas se marchará de la cena y venderá al Maestro por treinta monedas. Y cuando llegue la noche, se irán hacia el huerto de Getsemaní, donde Jesús vivirá la angustia ante lo que está apunto de sucederle y se pondrá, con toda confianza, en manos del Padre.
           
            Viernes Santo

            El Viernes Santo celebramos cómo Jesús, aquel que había traído la Buena Nueva a los pobres, aquel que había curado a los enfermos, aquel que ha renovado la vida de tanta gente, aquel que había mostrado el rostro de Dios como Padre cercano y amoroso, ha sido detenido y conducido a los tribunales judíos. Le acusan de blasfemo, de pretender hablar en nombre de Dios, saltándose las autoridades y las leyes religiosas de Israel. Y tienen razón: Jesús muestra a un Dios distinto, un Dios que tiene como primera ley el amor, por encima de cualquier otra clase de ley y poder. Y luego Jesús será llevado a los tribunales romanos, será condenado a muerte. Judíos y romanos lo condenarán y será torturado, y arrastrado hasta el suplicio terrible e ignominioso de la cruz.

            Y nosotros recordamos esa muerte, porque queremos vivir muy adentro el dolor de Jesús, y al mismo tiempo queremos vivir nuestra fe profunda en él. Porque creemos que su fidelidad al camino de Dios es, sin duda, un ejemplo admirable. Pero no sólo eso. Su fidelidad al amor hasta la muerte ha roto el círculo del mal y del pecado en el que la humanidad estaba aprisionada. Un hijo de esta humanidad ha roto el círculo del mal y del pecado. Y nosotros, unidos a él, podemos emprender con él el camino de la vida y de la salvación. El camino de Dios.

            Cotemplemos con actitud de agradecimiento la cruz, hagamos oración poniendo en nuestros labios las palabras  de San Hipólito  (s. II.)

            Oh cruz gloriosa del Señor resucitado,
            árbol de mi salvación,
            de él me nutro, en él me deleito,
            en sus raíces crezco, en sus ramas me extiendo.
            Su rocío me alegra y su espíritu
            como caricia de una brisa me fecunda.
            A su sombra he puesto mi tienda.
            Florezco en sus flores, gusto sus frutos exquisitos,
los cojo a manos llenas, porque para mí están destinados.
            En el hambre es mi alimento; en la sed, mi fuente,
            en la desnudez, mi vestido.
            Sus hojas son espíritu de vida y ya no hojas de higuera….
            Es mi defensa frente al temor, mi sostén en el tropiezo,
            mi premio en la lucha, en la victoria mi trofeo.
            Árbol de vida eterna, pilar del universo,
            tu cima roza el cielo, y el amor de Dios
            brilla en tus brazos abiertos. Amén

            Sábado Santo

            En el día del Sábado Santo, “Un gran silencio envuelve la tierra”; un gran silencio y una gran soledad, escribía un autor antiguo hablando de este día. Y dice el Misal: “Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte”.

            Jesús ha muerto, y nosotros, como nos dice el evangelio que hacían María Magdalena y las otras mujeres, contemplamos el sepulcro y nos dejamos llenar de él: de todo lo que él ha dicho y hecho, de todo lo que le ha llevado hasta la muerte. Y en él, en su rostro, vemos reflejada toda la desolación, todo el sufrimiento de la humanidad: el de cada hombre y cada mujer, de todo lugar y época, y también nuestro propio sufrimiento. Y al mismo tiempo, en este rostro, vemos también reflejada toda la esperanza, porque la muerte no es el final, ni lo es el sufrimiento, ni la desesperanza, ni tampoco la opresión y la injusticia. Más allá está el amor y la vida. Jesús no se quedará encerrado allí para siempre. Jesús, con la fuerza del amor de Dios, vencerá a la muerte y abrirá el camino de la vida para toda la humanidad.

            Y llega la VIGILIA PASCUAL

            Noche santa y dichosa,
            noche de amor y de gracia
            noche humilde y victoriosa
            noche en luz transformada.

Noche santa, porque todo  lo viejo se quema y del fuego nuevo se enciende una luz que no se apaga.

Noche santa, porque las tinieblas de nuestro corazón con la Luz han sido superadas.

Noche santa, porque somos purificados con agua pura y quedamos limpios con el agua del Costado Santo.

Noche santa, porque nos volvemos a encontrar con Cristo, ungido por el Espíritu Santo.

Noche dichosa, porque desaparecen los miedos, y se cumplen las esperanzas.

Noche dichosa, porque Jesús. Superada la barrera de la muerte, vive y está con nosotros  y también mi muerte ha sido ya vencida.

Noche dichosa, porque los almendros todos han florecido y los corazones todos se han encendido.

            Domingo de Resurrección

            Amanece el domingo de Pascua. El día más grande del año. Es el día en que celebramos que el amor de Jesús ha vencido para siempre  el mal, el pecado y la muerte. Y es el día en que celebramos el camino de la vida y de la salvación que Jesús ha abierto para nosotros. Este día es  anuncio gozoso de la victoria de Jesús sobre la muerte, y de la vida nueva que él inicia. Así lo  recuerda la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular”. Y realmente es así. Jesús y su camino de amor fueron rechazados, destruidos. Pero el amor de Dios es más fuerte que todo el mal del mundo, y ahora nosotros nos podemos reunir para afirmar,  una vez más, nuestra fe en Él, que vive para siempre y nos acompaña siempre.

           

LA SEMANA SANTA NOS INVITA A VIVIR  EN SOLIDARIDAD


            No podemos desfilar en las procesiones o contemplar cualquiera de las imágenes de nuestros Cristos, sin que el corazón se estremezca y sin sentir la presencia en nosotros de los rostros de otros “cristos”, que la vida muchas veces  apalea y  trata mal.

            Debemos  descubrir en los pasos de nuestros  Cristos ( Cristo con la Cruz en la calle de la Amargura,  Cristo clavado en la Cruz, y  el Cristo Yacente) la necesidad de acogida de tanta gente que nos necesita, que se siente desamparada, que sufre sin que nadie comprenda su dolor, que sufre ese mal endémico de nuestra sociedad, que llamamos soledad.

            Les invito a contemplar  la mirada misericordiosa del Cristo negro. Su mirada nos impulsa y nos estimula a no cerrar nuestro corazón al hermano que  tiende su mano, para que nosotros la llenemos de amor, comprensión, compartiendo y sintiendo las miserias de los demás como si fueran nuestras propias miserias.

Debemos descubrir en nuestros Cristos esa fuente tan necesaria e importante, para que la gente recobre el sentido y el gozo de la vida ante este mundo de dolor, de dolor incomprensible y absurdo que nos deja disminuidos y a veces nos roe la esperanza.

            Nuestros Cristos son protesta andante ante el mal en el mundo: el terrorismo, las guerras, los asesinatos, las enfermedades…

            Contemplemos a Jesús cargado con la cruz. Dirijámosle  nuestra mirada, con frecuencia distraída por intereses superficiales y efímeros. Detengámonos a contemplar su cruz, manantial de vida inmortal;  escuela de justicia y paz;  patrimonio universal de perdón y misericordia;  prueba permanente de un amor oblativo e infinito que llevó a Dios a hacerse hombre, vulnerable con nosotros, y morir crucificado.

 Él nos dice y nos grita que hay mucha gente que como Él lleva la cruz: la cruz de la falta de esperanza, de las incomprensiones, de la dureza de la vida, la cruz  de los más pobres,  de los que no tienen trabajo, ni esperanza de conseguirlo, de los que se siente frustrados por una y mil razones.

 No, no podemos quedarnos indiferentes ante su mirada, o solo lanzar un suspiro. No podemos quedarnos con los brazos cruzados. Descubramos la vocación de aquella mujer conmovida, Verónica, y de aquel hombre invitado a llevar la cruz, Simón de Cirene.  ¡Déjame, Señor, que, como el Cirineo, ayude a mis hermanos a llevar  la cruz pesada de cada día! ¡Déjame, Señor, que, como Verónica ofrezca lienzos que enjuguen los rostros de mis hermanos!

             Nuestra vida es una llamada a la postración de Cristo Yacente.  En Él debemos descubrir la espera serena a la que nos llama el Señor. Nuestra mirada debe estar puesta en la mañana del domingo de resurrección y en ese Cristo glorioso y resucitado, que vence a la muerte y nos otorga la VIDA.

            La Iglesia nos invita a vivir la Semana Santa no como un reclamo festivo- cultural, sino como  una expresión de religiosidad que tiene raíces profundas en nuestros corazones.

            Nosotros nos gloriamos en Jesucristo, muerto y resucitado  y nuestras procesiones quieren ser expresión del misterio pascual, centro y fundamento de nuestra fe. Y para muchos  será fuente y alimento de una  realidad, que  se convertirá en germen de una fe profunda y comprendida, como muchos de los que estamos aquí hemos experimentado en nuestras vidas.


LA MADRE DE JESÚS

En el escenario de la Pasión del Señor ocupa un lugar privilegiado María, la madre de Jesús

 Ella, abrió las puertas de la humanidad, para que el Hijo de Dios tomara carne humana e iniciara una historia de amor. Historia que culmina con la entrega y muerte en la cruz del Hijo de Dios. Y allí, en ese momento culmen, estaba María.


            Imaginemos la escena. Al pie de la cruz, María la Madre de Jesús, está sumida en el dolor, y una espada  le atraviesa el alma. En todos los calvarios de la tierra  se contempla el “Stabat Mater”: su presencia cercana al Señor, compartiendo los momentos más sublimes de la más angustiosa agonía.

            María, la mujer fuerte, la Madre coraje, acompaña el tránsito más trascendente de la Historia, el de Jesús, el Nazareno. Hasta la cima del Calvario, del Monte de la Calavera, había ascendido Ella, la Madre del Cordero sin mancha, sacrificadamente, abnegadamente siguiendo el rastro de la sangre que goteaba de la frente atravesada por la espinas, de las espaldas sangrantes por la aflicción de los azotes, de los golpes y bofetadas, que habían afeado la faz del más “hermoso de los Hijos del Hombre”.

            Había reconocido la túnica, tejida de una pieza de arriba a bajo, que sus manos con cariño maternal habían tejido un día y que, entre los sollozos de su agonía compartida, ahora con cariño sin medida rememoraba.

            Acompañándola estaban María  Magdalena, María la de Cleofás y María Salomé: tres figuras de dolor para un cuadro de dolor infinito, en que Dios, Jesús de Nazaret, el Cristo, agonizaba sobre el madero del patíbulo.

            Ella recoge el testimonio espiritual de la muerte de Jesús. Testimonio que es mensaje de perdón: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen; mensaje de esperanza: Hoy estarás conmigo en el paraíso; mensaje de confianza en el Padre: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu; mensaje de confianza en su madre y en el apóstol: Mujer, he ahí a tu hijo; hijo, he ahí a tu madre.

            De esta presencia de María en el misterio de la Cruz, la Iglesia le adjudica algunos títulos o advocaciones como: Virgen del Llanto, Virgen del Dolor, Nuestra Señora de los Dolores, Virgen de la Soledad, Madre del Redentor, Madre del Salvador, Madre de la Iglesia.

            Gracias María por ese saber estar junto a la cruz de tu hijo Jesús. Por ser testigo de su muerte, por ser portadora de ese mensaje de fe, de perdón, de esperanza  y de confianza, que, en los últimos momentos, tu Hijo nos dejó. Gracias por apoyar al grupo de mujeres y al discípulo amado. Gracias por representarnos, a los pies de la cruz, en esos momentos tan duros para ti, a todos  los que hoy nos beneficiamos de la salvación que nos trajo tu Hijo. Gracias por haber representado tan bien tu papel de Madre del Salvador en la sombra y en el silencio. Gracias, porque en tantas ocasiones, cuando, apenados y tristes, acudimos a ti, Nuestra Señora de los Dolores, nos escuchas y nos concedes lo que más nos conviene.

            Tú eres María, desde tu soledad y tu dolor, lección magnífica para el mundo. Somos conscientes de que siempre existirá el misterio del dolor y de la soledad.  Tú nos enseñas a  sufrir en el silencio. El dolor sufrido a tu estilo, es dolor corredentor, es el arrepentimiento de la humanidad pecadora, es la esperanza cristiana del que sabe que el dolor del Viernes Santo está a muy pocas horas de la alegría de la Pascua de Resurrección.

María dolorosa hoy te pedimos que sigas volviendo tus ojos misericordiosos a estos tus hijos de Sariñena, hazles sentir con fuerza aquello que nos dijo el apóstol  Pablo: “los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria  que un día se nos descubrirá”.

            María Dolorosa, que tu procesionar por nuestras calles se haga sentir. Tú que  eres sencillez y sensibilidad; tú que eres ternura y esperanza; tú que eres virgen y madre; tú que eres reina y servidora, llévanos a Jesús, a ese Jesús que, para no dar tregua ni al mal, ni a la injusticia, se entregó por nosotros en una cruz.



DESPEDIDA

            Y para terminar, permítanme unas palabras de gratitud para todos aquellos  que hacen posible  una vivencia profunda de la Semana Santa de Sariñena. Agradezco el trabajo de vuestro sacerdote y de tantos colaboradores, que preparan con rigor y esmero cada una de las celebraciones centrales de estos días Santos.

            Igualmente quiero agradecer el trabajo que realizan  las cofradías y el grupo de tambores para dignificar la Semana Santa. Detrás de cada una de ellos, y silenciosamente, hallamos hombres y mujeres, que con gratitud dedican su tiempo, para que la Semana Santa de Sariñena sea expresión viva de religiosidad  y camino que nos introduce en el misterio de nuestra fe.

¡Feliz Semana Santa  a todos!
      

jueves, 3 de abril de 2014

SEMANA SANTA 2014

12  de abril – Víspera de Domingo de Ramos.
A las 7:30 de la tarde: Misa en la Iglesia Parroquial, con bendición e imposición de medallas y hábitos.
A continuación, Pregón de Semana Santa, a cargo de D. Nicolás López Congosto. Vicario General de la Diócesis de Huesca

13  de abril - Domingo de Ramos
No habrá Misa en la Residencia.
A las 11 de la mañana: Bendición de Ramos en la plaza Mezín (Capilla de Loreto), Procesión hacia la Iglesia y Bendición de los Niños.
A las 6 de la tarde: Celebración de La Eucaristía. LA PASIÓN

14  de abril – Lunes  Santo
A las 7 de la tarde: Celebración Penitencial y  Confesiones individuales en la Iglesia Parroquial.

15  de abril - Martes Santo
A las 8 de la tarde: Misa en la Iglesia Parroquial y Procesión del Encuentro, en la que rezaremos el Vía Crucis.

16  de abril - Miércoles Santo
No habrá misa en Sariñena.
A las 7 de la tarde: Misa Crismal en La Catedral de Huesca.


17  de abril - Jueves Santo.
A las 7 de la tardeCelebración de la Cena del Señor.
A las 11 de la noche: Hora Santa ante el Monumento.
A las 12 de la noche: Rompida de la hora.

18  de abril - Viernes Santo
A las 9 de la mañana: Apertura de la Iglesia Parroquial.
A las 11 de la mañana: Vía Crucis en la Iglesia Parroquial.
A las 7 de la tarde: Celebración de la Pasión del Señor y Procesión.

19  de abril -Sábado Santo.
A las 11 de la noche: Solemne Vigilia Pascual.

20  de abril -Domingo de Resurrección
A las 11:30 de la mañana: Procesión del Resucitado y Misa de Pascua.